DE ÁRBOLES Y ORNITORRINCOS
—Tamara, sigo sin entenderlo.
Exactamente, ¿a qué tienes miedo?
—Ya os lo he dicho, Nerea: miedo
no es la palabra. Es… un cosquilleo.
—¿Un cosquilleo? ¡Pero eso es
bueno! Es la emoción de lo nuevo, la ilusión de…
—No me refiero a ese cosquilleo.
Es más bien un zarpazo.
Nerea se quedó mirando a Tamara,
con las cejas arqueadas y la boca medio abierta, como si alguien le hubiera
arrebatado la palabra que iba a salir de sus labios.
—Pero, pero... Tamara, creo que
no hablamos el mismo idioma. ¡Un cosquilleo y un zarpazo tienen tanto que ver
entre sí como un árbol y un ornitorrinco!
—Bueno, en verdad ambas cosas sí
están relacionadas: son seres vivos.
Se hizo el silencio. Era una
quietud extraña, como si el propio silencio tampoco supiera qué decir. No pude
evitar reírme, y mi carcajada hizo que las miradas de Nerea y Tamara se
dirigieran a mí.
—Perdonad —dije entre risas—. Es
que me he imaginado a un ornitorrinco queriendo hacer cosquillas a un árbol y,
en su lugar, dándole un zarpazo.
Me miraron como si estuviera loca,
cuando eran ellas las que habían empezado a hablar de árboles y ornitorrincos.
—Lo siento —dije antes de que
pudieran decirme algo—, dejémonos de tonterías y vamos a centrarnos: Tamara,
vuelve a explicarnos lo del cosquilleo. Digo, lo del zarpazo. Desde que te
conocemos, siempre estás con un lápiz en la mano. ¿Por qué dices ahora que te
da miedo pintar?
Tamara empezó a morderse el
labio.
—No lo entendéis —dijo al fin,
mientras movía compulsivamente una pierna—. No es que ahora tenga miedo. Es que ahora el miedo es mayor que la ilusión.
De ahí el cosquilleo, convertido en zarpazo. Antes estaba asomada a un
precipicio y sentía vértigo. Ahora me he caído por él, y por mucho que mueva los
brazos, no soy capaz de volar y cada vez veo más cerca el suelo.
Nos volvimos a quedar en
silencio. Esta vez fue Nerea quien lo rompió.
—¿Y por qué no le pides al
ornitorrinco que le diga al árbol que extienda una rama y te coja antes de que
llegues al suelo?
—¿Qué? —Tamara parecía tan
sorprendida como yo, con la diferencia de que ella sí fue capaz de pronunciar
alguna palabra.
—Yo qué sé. Eres tú la que has
dicho que están relacionados. Yo me pondría un paracaídas, pero como yo soy la amiga
práctica y tú la creativa...
—Nerea —la reprendí—, ¿qué
narices estás diciendo? Dejémonos ya de bromas, es un tema serio.
—No es ninguna broma. Tamara es
capaz de volar. Es más, es capaz de hacer volar a cualquiera que mire sus
dibujos. Pero si se le ha olvidado, pues que pida ayuda al ornitorrinco, ¿no?
¿Para qué existe un ornitorrinco si no es para impedir que te estrelles contra
el suelo? O podemos mirar en el árbol, a ver si hay un cuervo como el de Dumbo
y le da una pluma mágica. —Se quedó un momento callada, como si estuviera
recordando algo—. Ah, no, que la pluma no era quien hacía volar a Dumbo: él
siempre tuvo esa capacidad, aunque no lo supiera.
—¿Qué?
Tamara parecía incapaz de
articular nada más allá de esa única palabra, pero yo entendí lo que pretendía
hacer Nerea.
—¿Y por qué no pintas ese miedo? —sugerí—.
Y luego, a un lado, dibujas a un ornitorrinco, y alrededor del miedo una rama
que lo sujete bien. Así, cuando tú seas ese miedo, el árbol impedirá que te
caigas. Pero cuando ese miedo no seas tú y sea eso oscuro que te impide hacer
lo que más te gusta, esa rama estará sujetando al miedo para evitar que te dé
un zarpazo.
—¿Qué?
—Bueno —dijo Nerea mientras le
acariciaba el hombro a Tamara—, si no te fías del ornitorrinco (teniendo en
cuenta que tu vocabulario se resume a una palabra, no sé si podrás comunicarte
con él), podemos hacer puenting para que veas que, aunque parezca que te vas a
chocar, siempre hay una cuerda (o unas amigas) para sujetarte.
—Estáis como una cabra, ¿lo
sabéis? —sonrió Tamara—. Pero creo que me gusta esa idea. No, Nerea, no lo de
hacer puenting, antes adopto a un ornitorrinco. Me refería a lo de dibujar el
miedo. Si logro pintarlo, si lo atrapo en un cuadro... Si lo vuelvo real, algo
tangible, seré yo quien tenga poder sobre él.
—Le preguntaba si podría decirnos
cómo surgió la idea de este cuadro. Transmite tantas emociones… Pero lo que
maravilla a todo el mundo es el ornitorrinco que aparece en la esquina, y su inexplicable
y a la vez manifiesta relación con el resto del cuadro.
Nerea y yo nos miramos: A ver
cómo le revelaba Tamara a esa periodista la relación entre un árbol, el miedo y
un ornitorrinco sin parecer una loca.
Me ha encantado. Super original y con ritmo mezclando realidad e imaginación dentro de una misma historia
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Fede! 😘
EliminarPues te ha quedado fantástico, la verdad 🥰💋
ResponderEliminarMuchas gracias, guapa 🥰
EliminarMe ha gustado mucho Teresa, el que más hasta ahora. Por cierto, me siento muy Nerea, hubiera sido como ella durante la conversación.
ResponderEliminarUn beso
Jajajaja, muchas gracias, Inés. Un abrazo enorme 😘
EliminarPues me ha gustado mucho. Te ha quedado muy bien. Me quedo con las ganas de ver cómo explica a Tamara esa curiosa relación...
ResponderEliminarBesotes!!!
Muchas gracias, Margari 😘😘
EliminarMe ha gustado. Mezcla de realidad y fantasía y con sentido del humor. Un beso!
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Francisco Javier! 😘😘
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