Nuevo domingo, nuevo relato. Muchas gracias por leerme. Espero que os guste.
LA PRUEBA
—Esta es
la última prueba. Quien escriba el mejor relato obtendrá el puesto de escritor
jefe en nuestra prestigiosa empresa. El tema es libre. Como podéis ver, encima
de vuestras mesas disponéis de papel y un bolígrafo. Tenéis cuarenta y cinco minutos
para escribir el relato, y otros cuarenta y cinco minutos para revisarlo,
modificarlo, corregirlo y pulirlo. Sólo hay dos reglas: máximo ochocientas
palabras y el final debe moverse entre el suspense y la sorpresa. Y el tiempo
empieza ¡ya! Me removí en la silla. No me sentía preparado. El límite de
palabras, la obligación de un final con sorpresa, la cuenta atrás…
«Me
encanta escribir. Tengo mucha imaginación. Qué mejor que convertir mi pasión en
mi trabajo. Y ochocientas palabras en cuarenta y cinco minutos es factible. ¿Pero
cómo voy a escribir algo sorprendente cuando la premisa es precisamente esa,
sorprender? Desde el primer momento, escriba lo que escriba, el lector va a
estar prevenido. Sospechará de todos, verá pistas por todas partes, elucubrará
sobre el final, anticipará cualquier giro. ¿Cómo sorprender a alguien que está
esperando una sorpresa? Mierda, el tiempo corre. Vamos, Javier, empieza de una
vez».
Me sequé
las manos en el pantalón, las tenía sudorosas. La última vez que me pasó eso fue
cuando me armé de valor para acercarme a hablar con la que ahora era mi mujer.
«¿Ves? Cuando eres valiente y te arriesgas, las cosas te salen bien».
Alguna
parte de mi cuerpo no estaba de acuerdo con esa afirmación, porque mi corazón
empezó en ese momento a latir más rápido. Me aflojé el nudo de la corbata.
«¿Desde
cuándo hace tanto calor aquí? Vamos a ser prácticos. Coge el papel y el
bolígrafo».
Sentí que
mi cuerpo aprobaba que me pusiera en acción, porque mis manos dejaron de
temblar.
«Vale,
paso uno hecho. Paso dos: el título. Bueno, mejor pasemos al paso tres, no sé
de qué voy a escribir, así que ya pondré el título al final. Veamos… ¡veinticinco
minutos! Este reloj debe ir mal».
Miré a mi
alrededor. Todo el mundo estaba escribiendo. La chica rubia que estaba a mi
derecha parecía que estaba apuñalando la hoja, y el pelirrojo de mi izquierda
hacía volar el bolígrafo sobre el papel. Volví a mirar el reloj.
«Es
imposible que, con el tiempo que queda, escriba ochocientas palabras, y menos
aún que escriba algo decente. ¡Un momento! Ha dicho “máximo ochocientas
palabras”, así que aún puedo conseguirlo. Sólo tengo que ser conciso».
Mi pierna
derecha empezó a ponerse nerviosa y a temblar y a moverse como si estuviera
recibiendo un calambrazo tras otro.
«Vale,
tranquilízate. Ser conciso nunca ha sido tu fuerte. No es mi problema que haya
personas parcas en palabras y que a mí me guste explayarme, no voy a
disculparme por eso… ¿Por qué me estoy dando explicaciones a mí mismo? Céntrate
de una vez».
Inspiré
profundamente y solté el aire despacio, como había aprendido en yoga.
«A ver,
escribe algo, lo que sea. Después podrás corregirlo, pero para eso, antes tienes
que haber escrito algo».
De
repente, recordé las tres palabras que me había dicho mi mujer esta mañana antes
de darme un beso y desearme buena suerte. Era un juego que llevábamos años
practicando: Yo me bloqueaba, me desesperaba y renegaba de la escritura.
Entonces ella me decía tres palabras que tenía que unir entre sí. Y algo se
activaba en mi cerebro: empezaba a tejer conexiones, a trazar caminos, a
dibujar un mapa que mi mano convertía en relatos. Esta mañana me había reído. “¿Qué
piensas, que la última prueba va a ser escribir un relato en directo?”, le
había dicho yo. “Nunca se sabe”, me había respondido ella. «Joder, pero qué
lista es. Veamos… Uniré las tres palabras, y que sea lo que tenga que ser:
Planeta, cactus, edredón nórdico».
Mientras
contemplaba las palabras que acababa de escribir, Carla saboreó su Nesquik caliente,
delicioso. El relato comenzaba a tomar forma. Estaba emocionada: ¡Imagínate, un
trabajo en el que te paguen por escribir! Aunque no estaba segura de que su
Javier fuera a lograr el puesto: estaba demasiado nervioso, no creía en él,
perdía el tiempo pensando en lo que tenía que hacer en lugar de haciéndolo.
Aunque, tal vez, con el truco de las tres palabras consiguiera salir del
entuerto. Uhmm… ¿cómo las relacionaría? Aún no lo sabía, qué emocionante iba a
ser descubrirlo a la misma vez que él. Dejó la taza sobre la mesa, puso las
manos sobre el teclado y se dispuso a poner fin a la historia escribiendo el relato
con final sorprendente de Javier:
En un
planeta en el que los cactus habían cobrado vida y se disponían a aniquilar a
todos los humanos, sólo los edredones nórdicos tenían el poder de derrotarlos.
PD. Este relato se lo dedico a Carla, que siempre está ahí para apoyarme, animarme y susurrarme palabras cuando las mías se atascan
Me has pillado! Por supuesto que he intentado anticiparme a cuál podría ser el final para no dejarme sorprender por Javier, pero no, el giro el final que preveía no se ha cumplido así que bravo.
ResponderEliminarBesos.
¡Muchísimas gracias, Manuela! De una lectora como tú es todo un cumplido 🤗
EliminarEstupendo relato con final inesperado. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. Un abrazo.
EliminarTu relato cumple todas las premisas establecidas por los jueces del concurso. El final es sorprendente pues es el inicio del de la propia ficción. Que me ha gustado, chica. Muy bien.
ResponderEliminarUn beso
¡Muchas gracias, Juan Carlos! Un beso 😊
EliminarGenial!
ResponderEliminarMe ha encantado, he sentido el nerviosismo de Javier (me ha recordado a los exámenes finales de la escuela de idiomas jeje)
El final ni de lejos lo he visto venir, y sí, me ha sorprendido :)
¡Me uno al club de fans de tus relatos!
Besetes.
Jajajaja, muchas gracias, Vanesa. Un beso enorme.
EliminarMe ha metido totalmente en el relato, la angustia de Javier, los nervios porque no empezaba, la impaciencia, la intiga y al final sorprendente. Tu madre
ResponderEliminarMuchas gracias 🤗🤗
EliminarMe ha metido totalmente en el relato, la angustia de Javier, los nervios porque no empezaba, la impaciencia, la intiga y al final sorprendente. Tu madre
ResponderEliminarWooow! El final ha sido fabuloso, muy bueno 😁😉💋
ResponderEliminarYo no he acertado ni de lejos, pensé que le iba a dar un jamacuco al hombre 😆
ResponderEliminarBesos
Me he reído mucho con este relato, sobre todo porque yo sí sé dónde está todo el origen del mismo en tu mente.
ResponderEliminarMe ha gustado, te hace entrar en el personaje, yo he recordado mis exámenes de la opo jajajaj, bravo Tere eres la caña
ResponderEliminarChulo el relato, pero haciendo de abogado del diablo (eso se me da muy bien) te diría que los cactus ya tenían vida... Mejor "nueva vida" o alguna otra expresión similar. Está claro que a Javier al final le pudieron los nervios. 😀
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